Un texto de Candela Reverendo Navarro 6º de Primaria
Hoy he entrado en el baño y, naturalmente me he mirado en el espejo, pero me ha pasado una cosa increíble. Mirad, mirad lo que me ha pasado.
Cuando me he mirado en el espejo, no me he visto yo, he visto a una niña como de unos cinco años, sonriente y con una expresión muy conocida. Claro, era yo.
Cuando la he visto me he quedado sorprendida ¿cómo era posible? y me he puesto a pensar en años atrás, cuando jugaba a las princesas, a los puzzles, a las muñecas. He pensado en que cada vez voy haciéndome más mayor y en lo que he querido desde siempre a mi familia y a mis amigos. En eso no he cambiado tanto.
Después he vuelto a mi habitación, todavía con un poco de nostalgia. Allí, en la puerta de mi armario hay otro espejo y, al mirar, me pareció ver a una anciana, de unos setenta y pico de años. Entonces, parpadeé extrañada, me froté los ojos y al volverlos a abrir...la vi otra vez. Estaba algo encorvada y gordita aunque su expresión era dulce y simpática. Me paré a pensar en el futuro, ¿qué me pasaría?, ¿qué me ocurriría?, ¿cómo sería mi vida? Entonces me dije: "No lo sabré hasta que no ocurra. Así que no me comeré el coco".
En ese momento me llamó mi madre. Era hora de ir a cenar. Pero llegué a una conclusión:
"Un espejo no sólo refleja las cosas como son, o que sólo sirve para ver si estamos guapos o si te has peinado bien. Me di cuenta de que el espejo también refleja los pensamientos de uno mismo. Que sirve para verse por dentro y por fuera y para mí es algo importante".
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